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» El Sagrado Corazón de Jesús, una devoción del siglo XVIII

1 abril 2011
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Quizá hoy, entre los jóvenes, hablar acerca de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús no tenga ningún referente. Recuerdo que al preguntar en mi clase de historia a los alumnos qué era el Sagrado Corazón, una alumna me comentó: es el nombre de un colegio. Los otros 29 estudiantes no tenían ni idea de lo que ese nombre significa.

Y es que perder nuestros referentes religiosos es distanciarnos también de nuestra identidad y cultura. Recuerdo una visita guiada en la catedral de Chartres, Francia, en que una profesora le pedía a los adolescentes que guiaba le describieran una de las portadas laterales de la catedral. Ninguno pudo decir lo que significaban esas tallas en piedra, enigmáticas medievales. La guía entonces comentó a los padres que acompañaban a los jóvenes que la falta de conocimiento religioso traía como resultado la ignorancia cultural de la historia de Francia.
El tema del Sagrado Corazón nos remonta al siglo XVIII novohispano. Fue una devoción que, vía España, nació en la Francia del siglo XVII. Una monja francesa de la Orden de la Visitación, fundación de San Francisco de Sales, Sor Margarita María Alacoque tuvo unas visiones extrañas en que Jesús le transmitía la imagen de un corazón, separado del cuerpo. Durante la liturgia de la adoración eucarística observó, dentro de su contemplación, cómo Cristo le mostraba su corazón, que lleno de amor por los hombres, era despreciado. Ese 27 de diciembre de 1673 “Cristo le dijo haberla escogido para comunicar a los hombres los deseos de su corazón”.
Esta devoción francesa fue transmitida por los jesuitas al resto del mundo. El padre Claudio La Colombiere fue confesor de Margarita María Alacoque y fue él precisamente el mediador entre la monja y la fuerte devoción que se desarrollaría a lo largo del siglo XVIII.
Así pues, la devoción al Sagrado Corazón la transmitieron los jesuitas en la Nueva España, desde la tercera década del siglo XVIII. El padre Juan Antonio de Mora, hermano de la conocida monja Sor María Inés de los Dolores del convento de San Lorenzo, escribió Devoto culto que debe dar el Christiano a el Sagrado Corazón de Christo, y hombre. Y fue a partir de este texto que se desarrolló ampliamente este culto y no únicamente entre los hijos de San Ignacio sino también los mercerdarios, carmelitas y agustinos. Si visitamos la Iglesia de la Profesa, en el centro de la ciudad de México en la calle de Madero esquina con Isabel la Católica, que fuera uno de los templos más ricos de la Compañía de Jesús, veremos aún las imágenes realizadas en diferentes técnicas del Corazón de Jesús.
Al ser expulsados los jesuitas en 1767 de todo el imperio español, sus devociones, imágenes, la transmisión de sus prácticas religiosas, continuaron en el pueblo. Para el caso de la Nueva España y del México independiente la devoción al Sagrado Corazón de Jesús continuó. No hay iglesia tanto en la ciudad de México como en provincia que no cuente con imágenes del corazón de Cristo. Se imprimieron sermones, manuales de visitas a la imagen, muy especialmente los viernes, otorgamiento de indulgencias a sus feligreses. Esto produjo que en los hogares también se ostentara la imagen del Sagrado Corazón. Un culto que se extendió en todos los actos cotidianos de la vida novohispana. De ahí surgen los detentes, los escapularios, las medallas y estampas, y para las familias linajudas, grandes cuadros con motivos alegóricos donde el corazón de Cristo es adorado en sublimes posturas y emblemas que hacían gala de ingenio y agudeza en las formas de presentar este órgano vital del hombre. El corazón de Cristo se hacía manifiesto en galas y flores o en destellos de luces que movían a devoción y protección de los poseedores, de ahí la abundancia de los mismos.
Las monjas, los frailes y amén del clero secular se hicieron grandes propagadores de dicha devoción, que habían dejado en el alma religiosa de la Nueva España. La extinción de la Compañía de Jesús no demeritó la devoción, sino al contrario, siguió extendiéndose por las otras órdenes.
Actualmente en el Museo Soumaya, sito en la Plaza Loreto, al sur de la ciudad de México, se presenta una interesante muestra sobre la devoción. Se llama Corazón Sagrado. Inicia esta magna exposición con un óleo del siglo XVI, donde la Iglesia contempla las palabras del evangelista: “Esta es mi sangre”, que es la base teológica de dicha devoción. Al entrar nos topamos con unas magníficas pinturas que representan santos mercedarios, los grandes iniciadores del culto a la sangre de Cristo en el medioevo. Estas representaciones artísticas se exhiben por vez primera en un museo mexicano.
Además de lo anterior, resalta por su grandeza y expresividad artística, un óleo de gran formato que muestra el corazón de Cristo rodeado de pequeños corazones. Sobresale también en la guía museográfica una talla en madera polícroma de un Niño Jesús, que exhibe su corazón y que servía como ajuar en las profesiones de las monjas novohispanas.
La muestra también presenta impresos virreinales como libros y novenas pertenecientes a los fondos del Centro de Estudios de Historia de México Carso y de la colección del padre José Herrera Alcalá, que nos adentran con ojos más perceptivos a una devoción que caló profundamente en alma del mexicano.
Esta exposición es la primera que se realiza en México sobre una devoción cristológica, que nos lleva a conocer la fe y la sensibilidad artística del mexicano. Conocer el pasado religioso es pues conocer la historia de México. Las miradas plurales con las que se pueda acercar a una devoción necesariamente nos enriquecerán.

Para leer más:
Leonor Correa Etchegaray. “El rescate de una devoción jesuítica: El Sagrado Corazón de Jesús en la primera mitad del siglo XIX”, en Manuel Ramos Medina (coord.) Historia de la Iglesia en el siglo XIX. México, 1998. Centro de Estudios de Historia de México Carso, pp. 369-380.
Manuel Ramos Medina
Director del Centro de Estudios de Historia de México Carso

http://contenido.com.mx/author/manuel_ramos_medina/

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